La mayor parte de los ciudadanos del mundo, habitamos o habitaremos en los próximos años en conglomerados urbanos. Ante esta nueva normalidad generada por la pandemia, las áreas metropolitanas no quedan exentas al vendaval del coronavirus y se ven obligadas a replantear la forma en que se gestionan tanto a nivel local como a nivel regional.
Cuando leíamos las crónicas que referían a la cuarentena obligada en Wuhan, la ciudad que en occidente conocimos por ser epicentro del nuevo virus que causaba estupor en China, parecía algo remoto e inimaginable para nosotros. Tuvieron que pasar tan sólo unas semanas para que el coronavirus se extendiera por Asia, Europa, América Latina, Argentina, Buenos Aires y finalmente todo el país. Lo que parecía lejano, es la realidad que hoy nos toca vivir y poco a poco la comenzamos a asimilar como nuestra nueva normalidad.
Hablar en términos de nueva normalidad es la forma que el mundo encontró en tan solo unos días para referirnos a la vuelta al ruedo generalizada tras el descalabro provocado por la crisis del Covid-19. Aún no sabemos cuánto falta para poder decir que la humanidad una vez más ha sorteado una pandemia o si el virus va a pasar a convivir entre nosotros. Entender que las reglas del juego cambiaron y que la realidad de hoy es lejana a la de los primeros meses del año es el desafío de empresas y organizaciones que quieran salir resilientes de esta crisis.
De un día a otro los parámetros conocidos que teníamos sobre nuestros trabajos y rutinas se vieron modificados de forma vertiginosa. La cuarentena obligó a empleadores de todo el mundo a repensar cómo llevar adelante las tareas y hacer que las empresas se adapten y continúen funcionando. Al mismo tiempo, millones de trabajadores vivieron expectantes sobre cómo hacer para que sus deberes laborales resulten compatibles con lo cotidiano de sus hogares.